La semana pasada les compartí por
acá un escrito del cual desconozco su autor, pero que mencioné, compartí porque
el final me resulto importante. Era la historia de alguien relacionada al
abandono paterno. No podrán creer la cantidad inmensa, pero inmensa de reacciones
que sigue teniendo la publicación. Y a partir de los cientos de comentarios y
notando los millones de veces en que ha sido compartida, pienso… Cuanto vacío, hay
mucho vacío, la historia toco a muchos, se me hace inevitable pensar en que quizá
la mayoría de esos comentarios, por no decir todos, algo tienen de proyección.
Es irrefutable la importancia que
para un hijo tienen quienes les han concebido, cada uno con una historia y características
distintas, pero compartiendo quizá una misma experiencia, el hecho de haber sido
abandonado por alguno o incluso ambos de sus progenitores.
Las reacciones son de todo tipo, ya
se imaginarán, desde, ¡qué bueno que se fue!, pudimos salir adelante sin él,
las madres también abandonan, hay madres que no permiten al padre estar con sus
hijos, él se lo perdió. Y otros que rayan al insulto, la rabia y el dolor. ¿Se
lo perdió o no?, …Si fuera ella, ¿También se lo pierde? Me preguntaron al
privado.
El escrito compartido muestra la
historia de alguien en particular, de alguien que posiblemente vivió el
abandono de su padre específicamente, claro que también hay madres que
abandonan, claro que sí, la madre puede también no AMAR a sus hijos e incluso
muchos padres y madres llagan incluso a asesinarlos. Un hijo puede llegar a
sentirse abandono incluso teniendo a ambos progenitores junto a él, en la misma
casa, formando “el mismo hogar”, en muchos casos he escuchado que ese “tipo” de
abandono es, por mucho, más fuerte que aquel marcado por la ausencia física del
padre o madre.
Reflexionando sobre, ¿Cuál es el
mensaje que nos brinda el escrito? Particularmente pienso que, la narración
completa lo que busca es dar a entender qué dejar de VIVIR con paz,
tranquilidad, con felicidad, con agradecimiento, reconocimiento propio, amor y
respeto propio; por la irresponsabilidad, huida, descuido o miedo de un Otro,
cualquiera que este fuere (papá o mamá) no debería ser una opción, aunque la
realidad de muchos adultos, que en su infancia sufrieron el abandono de alguno
de sus padres o de ambos, dicte hoy en sus vidas lo contrario.
El mensaje no se trata de cuál de
ellos se pierde o gana nada, se trata más bien de que por las acciones de ese
Otro, no podemos dejar de Vivir y pasarnos la nuestra vida entera culpabilizándolos
de la "dura vida que nos tocó" porque se fue, él o ella;
victimizándonos. Si nos quedamos sólo en
la idea de (quien se perdió qué), entonces les diría qué; quien se pierde de
vivir su propia vida, es el hijo o hija que al ser adulto sigue de alguna o
muchas formas inconscientes, esperando entender el por qué los dejaron; o la
madre y los hijos, O el padre y los hijos… que fueron dejados por ese Otro y
que transitaron su vida buscando en el horizonte una explicación de la vida
misma que nunca les ha llegado, dejando una estela de odio y rencor que, nomás intenta
cubrir una terrible frustración infantil.
Por ello, al final del aquel escrito
les comento qué a mí, lo que más me gusto fue el final, un final que dice
"HACERSE CARGO" ... ¿Quiénes?, ¿De qué? y ¿Qué es hacerse cargo?...
¡Todos! Aquel que abandonó, sea
el padre o la madre y aquellos que fueron abandonados ¡TODOS! “tienen el deber”
existencial de HACERSE CARGO.
HACER es una palabra que proviene
del latín. Procede de facio, facis, facere, feci, factum, es un verbo vinculado
a la raíz indoeuropea *dhe- cuyo concepto es PONER. A ese verbo se le añade el
pronombre “se” originado en el acusativo del pronombre sui del latín, cuyo significado
es DE SÍ, DE SÍ MISMO. Por su parte, el término CARGO deriva del verbo español cargar que también se origina en el
latín.
Que linda es la palabra, la palabra
que edifica, construye, no ataca y valora a través de sus infinitas formas y
maneras simbólicas de HACERNOS NOTAR ALGO, de mostrarnos algo, <HACERSE CARGO DE SÍ MISMO>. Si vamos
al contexto del texto compartido sobre el abandono, pues es justamente eso a lo
cual está refiriéndose el autor o autora. A que el padre, (masculino o femenino)
que abandonó, deberá hacerse cargo de lo que le suceda, lo que sienta, lo que viva
o deje de vivir, de todo lo que sus experiencias vitales le generen, de sus
conflictos internos, sus miedos y temores, claros y oscuros, de también de sus alegrías
y éxtasis, de su propia libertad y frustraciones, en muchos casos tendrá que
hacerse cargo de lo que le cause la rabia y el odio de aquel o aquellos hijos
que dejó, él o ella tendrán que hacerse cargo del no afecto que sembraron.
Y si es que él o ella, se quedó al
lado de sus hijos y actuó en forma negativa, increpando y nutriendo el malestar
en los hijos en contra de aquel que se fue, pues también tendrá que hacerse
cargo de sí y todo lo que su conducta y actitud le genere, sus frustraciones y
pena por la pérdida de una relación que creyó podría ser “para siempre”, por
sus emociones como mujer, su conducta y actitud como persona, mujer y madre,
que cabe destacar no pertenecen a los hijos y que lamentablemente en muchos de
los casos es colocado sobre los hombros y existencia de ellos.
¿Y qué de los hijos? …también ellos
tendrán que hacerse cargo de sí mismos, pues crecerán y se verán o no cual
espejos en ambos progenitores; y ahí tendrán la oportunidad de hacerse cargo de
su dolor, molestia, llanto, pena, sentimientos, frustración, actitudes y
conductas por haber sido abandonado, y por haber tenido que convertirse en sostén
y ancla de vida para aquel progenitor que quedó.
La experiencia del abandono en
cualesquiera de sus formas, será entonces una jaula que los mantenga toda su
vida o más bien será, un elemento trasformador que les libere y permita escribir
su propia historia, literalmente, sin necesidad de emplear la sangre.
Isvethdaniela Acosta
Psicólogo - FPV 7115
isvethdaniela@gmail.com
@espaciopsicm
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